Para el cumpleaños de mi hermana decidimos ir a este restaurante del que todo el mundo hablaba. El famoso restaurante de Andrés Cepeda (yuju), que, según habíamos escuchado, tiene una de las mejores vistas y un show en vivo increíble.
El simple hecho de ser un restaurante localizado a las afueras de Bogotá hace todo más bonito (excepto por los trancones que siempre hay a la salida de la ciudad). Saber que es un lugar campestre, alejado de tanto ruido y ajetreo me saca instantáneamente una carita feliz. Islamorada está ubicada en Sopó, más exactamente en el alto de las montañas de este municipio, en el monte Pionono y el cerro de las Águilas. Desde el muelle que tiene este restaurante, se ve la hermosa sabana bogotana extendiéndose frente a la vista del comensal. A lo largo del muelle, se ven mensajes de amor en la madera, lo cual es bastante peculiar y tierno. Para poder llegar el muelle, primero uno se tiene que adentrar en una cueva superficial llena de pequeños acuarios.
El lugar es bastante grande a decir verdad, y tiene una tarima en la parte baja, en donde normalmente hacen presentaciones de música en vivo y bailes hawaianos. Afortunadamente, pude disfrutar de ambos espectáculos que alegraron aún más mi comida. La decoración del lugar es bastante playera, a decir verdad. Debido a que este restaurante toma el nombre de una Isla en Florida, pues hace gala a su origen. A mi me acuerda a esos restaurantes que Nicholas Sparks describe en sus libros, bastante de muelle y comida de mar. (Algo realmente maravilloso ya que soy un poco adicta a sus libros).
El menú es bastante amplio, y se tiene influencias de la cocina colombiana, cubana y de los cayos de Florida. Se ven opciones variadas, con entradas de arepas de choclo y tostones hasta popcorn shrimps. Para plato fuerte, uno puede elegir alimento de mar o carne, cerdo y pollo. En esta parte el menú es aún más variado, ya que se tienen productos como salmón en papillote, róbalo con langostinos al curry, guayaba BBQ chicken, pepper steak, chatas al vino tinto, filet mignon, entre otros. Su carta de postres es pequeña pero con lo esencial: apple pie hecho en casa, mora cobbler con helado (lo que pedí), mojito cake, volcán de chocolate, florida key lime pie, entre otros. La carta de bebidas si es mucho más amplia que la de postres, ya que tiene desde bebidas calientes, pasando por jugos y terminando con bebidas alcohólicas, como mojitos, apple martini, blackberry margarita, entre otros.
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Arepas de choclo |
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Chatas al vino tinto con limonada de coco |
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Tostones de plátano con hogao |
Ahora, en mi opinión, la comida estuvo increíble. Empezamos con dos entradas: arepas de choclo y tostones de plátano con hogao. Este último era un plato típico, pero muy bien elaborado. Su nivel de crocancia estaba perfecto y el hogao absolutamente delicioso. Pero debo decir que las arepas de choclo me dejaron con la boca abierta. Absolutamente deliciosas, con un toque de vainilla que las hace aún más dulces e irresistibles. Es definitivamente un recomendado.
Para mi plato fuerte, pedí unas chatas al vino tinto, que venían rellenas de chorizo español (muy poco a decir verdad) y verduras salteadas. Las chatas estaban muy ricas, en su punto de cocción perfecto y la salsa espesa como debe estar. Aunque pareciera que la espesan con maizena, debido a que tiene un color morado pálido, y no como de una reducción de vino tinto. Las papas que venían con el plato estaban perfectamente cocidas, crujientes por fuera y suaves por dentro. Mis acompañantes pidieron salmón en papillote (increíblemente delicioso), filet mignon, y trucha. Los platos de pescado venían acompañados con un arroz con coco muy sabroso realmente. No era muy dulce, como a veces se espera que sea, pero el coco rallado y las uvas pasas que estaban con el arroz hacían que tuviera ese toque especial.
De postre, pedimos el volcán de chocolate y el mora cobbler con helado. El primero era bastante sencillo, deliciosamente chocolatoso, suave al paladar. El segundo, era un poco ácido por las moras, y la base estaba llenita de almendras (lo cual me encantó). El helado de vainilla que lo acompañaba era suave y sencillo, perfecto para romper la acidez y el dulzor.
En resumen, Islamorada es un restaurante al cual vale la pena volver, no solo por la comida, sino por todo el ambiente que lo rodea. Si vas a ir, es preferible que hagas la reserva con anticipación.
Besos.
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